En un mundo en el que recibimos infinidad de estímulos de nuestro entorno, ¿cómo conseguimos que nuestra marca destaque del resto? Diferenciándonos y, para ello, tenemos que emocionar. Si estás pensando que no es fácil, sigue leyendo, para descubrir que no lo es, pero es un proceso emocionante también para ti.

Hay que perder el miedo a ser CREATIVOS, sí creativos en letras mayúsculas. Porque la creatividad no es algo que llega de repente, enciende nuestros cerebros y ¡Eureka!… tengo la idea que va a solucionar todos mis problemas.

Por lo general, las buenas ideas no surgen espontáneamente y es necesario trabajar la creatividad. ¿Cuántas veces hemos oído decir a una persona que no es para nada creativa? Claro que sí, todos podemos ser CREATIVOS, no hay que rendirse tan fácilmente. Es una búsqueda que requiere salir de nuestra zona segura y arriesgarse, probar, perder el miedo y aprender.

Tú eres el que mejor debería conocer a tus clientes para adaptar tu mensaje a sus necesidades, a sus gustos, que sigan confiando en ti y no se vayan a la competencia y si se van, que vuelvan porque te echan de menos. Tu base de datos es tu tesoro, pero de esto hablamos otro día. Sigue emocionando con tus propuestas y establece un vínculo con tus clientes.

Pablo Picasso decía:

“Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”.

La creatividad no es un proceso que surja de repente, lleva detrás un trabajo de investigación y preparación muy importante. Hay que conocer a las personas a las que te diriges y saber qué mensaje quieres transmitir.

Las mejores ideas no surgen de la nada, aunque son caprichosas y suelen venir a nuestra cabeza en el peor momento: cuando estás a punto de dormirte, relajado en el sofá viendo tu serie favorita o incluso en la ducha… seguro que os ha pasado. Toma nota de ella o del mismo modo que llega a tu cabeza, se evaporará y cuando quieras recurrir a esa fantástica idea, se habrá ido sin más. Ten siempre a mano una libreta, anótala en tu móvil o donde puedas, pero hazlo o corres el riesgo de olvidarla.

A priori, ninguna idea es mala o descabellada, todas son potencialmente buenas porque nos pueden llevar a la GRAN IDEA con mayúsculas.

El proceso creativo

Graham Wallas, un clásico de la creatividad y de su análisis, propuso en su obra The Art of Thought en 1926, 4 etapas para el proceso creativo. Su planteamiento supuso el germen de gran parte de teorías sobre la creatividad y, hoy en día, sigue vigente al ser un concepto susceptible de adaptarlo a nuestras necesidades y la realidad en la que vivimos.

Brevemente, los pasos del proceso creativo serían los siguientes:

7

1. PREPARACIÓN

Nuestro cerebro necesita alimentarse para poder trabajar y producir una idea novedosa. El primer paso es investigar, analizar, experimentar y probar diferentes posibilidades para resolver nuestro problema. Es la fase de reconocimiento del problema y recopilación de información.
7

2. INCUBACIÓN

En este punto las ideas vagan por nuestra mente libremente y son procesadas de manera inconsciente. Cuando trabajamos intencionadamente en la resolución de un problema, procesamos información de forma lineal y lógica. Pero cuando las ideas colisionan unas con otras sin que nadie las dirija, pueden producirse combinaciones inesperadas que, en ocasiones, son el embrión de ideas geniales.
7

3. ILUMINACIÓN

ste es el momento del ¡Eureka! Las ideas que han fluido libremente en nuestro inconsciente saltan a nuestra mente consciente y adoptan una forma nueva. Se enciende la luz y se forma una conexión entre ideas que parece lo suficientemente buena para ser tenida en cuenta y percibida de manera consciente.
7

4. EVALUACIÓN

Toca decidir si la idea que acaba de surgir es buena o no, si la desarrollamos o la descartamos. Cuando las ideas afloran en nuestro nivel consciente es porque pueden parecernos prometedoras, pero no significa que sea la solución ideal. Es necesario que sea evaluada.

La EJECUCIÓN de la idea es la parte que puede llevarnos más tiempo para desarrollarla, por un lado, y para decidirnos a llevarla a la práctica. Edison afirmaba que las ideas son un 1% de inspiración y 99% de transpiración.

¿Cuántas buenas ideas se han perdido por no atrevernos a llevarlas a cabo? Tenemos que ser valientes y, si confiamos en una idea, hay que ejecutarla. Si el resultado no es el que esperábamos, no lo veamos como un fracaso, sino como una enseñanza y tomemos nota de lo que hemos aprendido para la siguiente ocasión. Esto no va a detenernos en nuestro propósito de desarrollar nuestro negocio.

 

Pon en práctica tu lado creativo

Una vez hecho un breve esbozo teórico, vayamos a la parte práctica, la parte más divertida.
¿Cómo hago que mi marca emocione? Trabajando la parte creativa de nuestro negocio. En MQM nos encantan las “tormentas de ideas” y nuestra pizarra creativa cobra vida durante las pausas para el café. Es un buen momento para desconectar, relajarse y proponer ideas que vamos alimentando y enriqueciendo cada miembro del equipo.

Divierte y sorprende a tus clientes con acciones diferentes. Aprovecha fechas significativas para tu negocio, como aniversarios, inauguración de un nuevo espacio, nuevo lanzamiento, etc. Haz un evento que todo el mundo espere.

No olvides evaluar los resultados con cada acción y comparar los resultados con tus cifras de ventas del mismo período en fechas anteriores para conocer el alcance. Si no evaluamos resultados, no sabremos el impacto de nuestra acción en nuestro volumen de negocio.

Pierde el miedo a preguntar y saber qué esperan de ti, cómo puedes mejorar. Arriésgate y pon en práctica esa idea que te ha gustado, pero con la que no te has atrevido aún y, sobre todo, sé creativo, divierte y establece un vínculo con tus clientes para que tu marca emocione.