Hay situaciones en las que solemos responder rápido y buscamos una solución deprisa porque nos ha funcionado en el pasado, porque tenemos los conocimientos necesarios o por pura intuición.
Sin embargo, otras veces nos cuesta más tomar una decisión porque intervienen varios aspectos o factores que no debemos obviar. Está claro que unas decisiones son más difíciles que otras.

En el libro Pensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman se desgrana, desde el punto de vista de la psicología, el proceso por el cual tomamos unas decisiones concretas e incluso se proponen distintas técnicas para aprovechar los beneficios del pensamiento lento.

Nosotros, sin ánimo de comparar este artículo con esta obra maestra, te traemos unos sencillos trucos que podrás aplicar fácilmente para la toma de decisiones de tu negocio.

1. Estudia, lee y adquiere conocimientos.

Lo primero es ser humilde para reconocer que necesitas formarte. De hecho, no es casualidad que nombrásemos a uno de los autores más aclamados en este campo precisamente porque tenemos que escuchar y aprender de los demás.
La formación no tiene por qué ser reglada. Basta con consultar diferentes fuentes con el objetivo de adquirir ese know-how que necesitas para ser un gestor eficiente.

2. Piensa qué situaciones requieren de soluciones rápidas y cuáles no.

Como decíamos antes, no todas las decisiones son fáciles y no podemos reaccionar siempre con la misma soltura.
Pero lo que sí podemos hacer es catalogar las decisiones como estratégicas u operativas. Las primeras son más difíciles que las segundas y siempre requerirán más recursos o habilidades para manejarlas con cierto talante.

3. Intuición sí, pero tras hacer los deberes

Empecemos por las decisiones estratégicas. La propia palabra lo dice, cuando algo es estratégico significa que es importante. Y si algo es capital, entonces no lo podemos dejar en manos del azar.
Tener buen olfato para los negocios es una cualidad tan buena como poco frecuente. Por eso, observar para intuir aquello que puede acontecer está bien pero siempre es mejor considerar otros aspectos que quizá no estés teniendo en cuenta.

4. La primera impresión, no es la que cuenta.

Si en el punto anterior hablamos de no basarlo todo en la intuición, evitar prejuicios también es clave.
Somos humanos y tenemos sesgos. Esto es así y cuanto antes te des cuenta, antes podrás poner los medios necesarios para no dejarte influenciar por ellos.
Cuestionarlo todo o mirarlo con actitud crítica es fundamental para ser objetivo e imparcial.

5. Explora todas las alternativas e indicadores.

Este punto se desprende de los dos anteriores.
Por ejemplo, si analizas opiniones de tus clientes, podrás tomar mejores decisiones sobre aquello que se puede mejorar.
Encontrar una solución no es fácil, pero con datos es mucho más sencillo. Ya lo decía W. Edwards Deming, estadístico y teórico de la gestión: “sin datos, sólo eres otra persona más dando su opinión”.

6. Reflexiona y tómate tu tiempo.

Tomar una decisión justa, equilibrada y coherente requiere tiempo.
Las decisiones estratégicas deben seguir cierta lógica y deben estar muy bien fundamentadas. Es decir, tienen que estar sostenidas por los cimientos de la empresa, su propósito, su filosofía de trabajo y su visión o aspiraciones futuras.
La decisión correcta debe acercarte más al lugar en el que te gustaría estar mañana.

7. Sé flexible.

Lo que funcionó ayer, puede no funcionar hoy.
Debes conocer bien cada caso pues una misma situación puede ser diferente en función de las personas implicadas y sus necesidades o intereses.
No lo mires siempre con el mismo prisma. Mejor adáptate a los acontecimientos concretos, su contexto y su idiosincrasia.

8. Rodéate de los mejores.

Tener diferentes puntos de vista y contar con el apoyo de personas que saben más que tú en un campo muy concreto, será de gran provecho.
Busca feedback de tu equipo, tus colaboradores externos, asesores, alianzas… Escuchar otros relatos o formas de ver las cosas, hará que finalmente tengas una foto más completa y enriquecedora de la realidad para tomar las mejores decisiones.

9. Deja por escrito procesos, procedimientos e instrucciones de trabajo.

Y no debemos olvidar las decisiones operativas o más cotidianas pues, aunque son más fáciles de abordar, también requieren atención.
Nuestro día a día es fácilmente predecible. Es decir, podemos saber por adelantado cómo van a reaccionar nuestros clientes ante una determinada promoción o qué parte del proceso puede dar pie a error o cómo solucionar las posibles quejas e incidencias que se vayan presentando.
Ya conoces tu negocio y sabes cómo funciona. Y por ese motivo, estas situaciones necesitan decisiones ágiles y rápidas porque el cliente espera respuesta o una solución a su problema lo antes posible.
De ahí la importancia de establecer una serie de normas de actuación ante determinadas situaciones. Sería algo como “si pasa esto, lo soluciono así” o “si un cliente muestra su descontento, actuaré de la siguiente manera”.

10. Comunícaselo a tu equipo de trabajo.

Con el objetivo de que tu equipo sea resolutivo, debes trasmitirles esos procedimientos e instrucciones de trabajo y otorgarles autoridad y autonomía. Solo así serán independientes y podrán tomar ellos mismos estas decisiones cotidianas.
Permite que aparezca el error para que no tengan miedo de asumir responsabilidades y da ejemplo. Si recurren a ti, intenta que lleguen ellos solos a la solución, así cogerán el hábito de tomar la decisión por sí mismos.

¿Lo ves? Pensar rápido, pensar despacio… o ambos.

No obstante, si con todos estos pasos aún no te sientes cómodo, una mirada introspectiva puede ser la clave para detectar bloqueos y liberar tus capacidades.

¡Tú decides!